El muchacho no debía tener más de
catorce o quince años y estaba como llegó al mundo: desnudo completamente.
Estaba estirado en el suelo, con rostro inexpresivo y los ojos cerrados.
Parecía incluso muerto y así tuvo que ir a comprobarlo el anciano. Se acercó
lentamente, no porque temiera quien pudiera ser, sino porque su enfermedad (una
leve parálisis cerebral) le impedía correr mucho. Sin embargo, el crujir de las
hojas secas bajo sus pies, despertó al chico que, con rostro asustado, se giró
y súbitamente, comenzó a hablar:
-¡Al agua no, por favor!- gritó al
señor Harmond.
-¿Te encuentras bien, mozo?- le
preguntó éste entonces, totalmente desconcertado.
-¿Dónde estoy? ¿Y quién es usted?-
súbitamente, la brisa se volvió un violento vendaval.
-Tranquilízate y dime cómo te
llamas.- con rostro conciliador.
-Es que…- murmuró el chico, asustado.
-¿Qué pasa?-
-Es que no lo sé.- respondió entonces
el joven, antes de caer otra vez inconsciente.
Oh Dios mío qué historia más interesante. Un tío en bolas que no se acuerda de nada, ¿se puede saber qué le habrá pasado para llegar a ese panorama?.
ResponderEliminarMe gusta, eh, me gusta y bastante. Una vez más me he metido en la historia fácilmente y... tengo curiosidad de cómo puede seguir.
Unsasogande.
La verdad es que me ha gustado como he llegado a comenzar la historia, ha sido toda una inspiración. Ya veré si publico más partes aquí o la voy siguiendo independientemente. En cualquier caso, estate alerta.
EliminarYo lo estoy, tengo mis ''RKO bien abiertas'' ;) Nada que ver con los curiosos casos de trompas con patas y orejas gigantes, ¿no?
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